Por:
CONDORITO
La impecable volea de Roger Federer. Foto: ATPWorldTour |
A los 28 minutos de juego los ánimos estaban por el piso. A la afición de la tribuna y el televisor le costaba
entender lo que estaba sucediendo con el rendimiento del tenista más talentoso del último tiempo. Lo habían quebrado por doble vez y el marcador se ponía 4-0 a favor
del rival, con ganas de llegar a seis sin dejar entrar al verdadero Roger en el
partido.
Para esa instancia la fe del
público se había trasladado al segundo set, a la espera de un reinicio en el
juego, y sobretodo, en la mentalidad de nuestro ídolo. Sin embargo, ocurrió lo
inexplicable.
En el cambio de lado número
cuatro, un nuevo aire se levantó de la silla con Su Majestad. Las sensaciones
habían dado un giro de 360 grados y la actitud enfurecida desplazaba a la
desconcentración, y obligaba a su cuerpo a obedecer cada petición que le hacía su mente. Enseguida, Roger pasó de desperdiciar puntos puestos en bandeja de
plata, a meter hasta las bolas más complicadas que le propinaba un Kei
Nishikori que no aflojó, a pesar de sentir el incremento de
nivel que había tenido el tenista suizo.
Lo de Federer no solo fue
una remontada excepcional de un set. Fue un cambio total de pensamiento que solo un genio con la capacidad de cambiar un mal día, puede
tener en tan poco tiempo. Necesitó menos de un minuto para pararse de su
asiento, y salir decidido a aumentar su contundencia y mejorar su consistencia
notablemente, la cual en los primeros cuatro games estaba en números rojos.
Por eso es también de admirar el partido del japonés, que ante la maquina
arrolladora en la que se había convertido Roger, mantuvo su timming y logró
llevar el encuentro a cinco sets y a más de tres horas golpeando la pelota con
un tenis de alta intensidad.
Fue un partido con porcentaje favorable en tiros ganadores, y pocos errores no forzados. Entre los primeros
se destacan una gran cantidad de buenas devoluciones, tanto por parte del japonés
como del maestro suizo. En el servicio, RF tuvo una ventaja importante con
respecto a su rival, que incluso, creo yo, fue el primer ítem en la lista
de razones por las cuales su majestad se llevó el partido.
Cabe decir, entre otras
cosas y hablando de cosas inexplicables, que el punto de Roger al clavar un
majestuoso revés por el costado de la red, fue algo descomunal que solo la
confianza que había adquirido en ese momento del partido, le habría permitido
realizar semejante monstruosidad.
Para el partido de hoy, la
energía psicológica está por las nubes, no solo porque viene de realizar un
excelente juego –que insisto, se alargó a cinco sets no por error de nuestro ídolo
sino por puro mérito del que tenía al frente- sino que además enfrenta a un
rival claramente inferior, aunque hace algunas horas le haya ganado al primer
preclasificado del torneo.
Tambien hay que decir que el
desgaste realizado en más de cinco/seis horas pegándole a la pelota –incluyendo
el partido y el exigente entrenamiento que siempre tienen los deportistas
minutos antes del juego- puede ser un punto a favor del adversario.
Analizando la situación,
Zverev a pesar de ser un gran jugador, considero que no posee los fundamentos tenísticos
del hermano. Su servicio no es cosa de otro mundo, y su juego de fondo posee
grandes falencias si se le aprieta el acelerador. Su fortaleza es la volea:
consigue una gran reacción de piernas y brazos al frente de la red, y sabe
ubicar las bolas en los ángulos. No obstante, su recurrente manía por ir a la
malla lo vuelve predecible, y seguramente ante otro voleador como lo es Roger,
la oportunidad de presionar desde la T va a ser menor.
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