Por:
CONDORITO
Conocí a James Rodríguez. Fue hace más de dos años cuando la
selección había vuelto del mundial, y estaba disfrutando de una enorme
felicitación del pueblo en el parque Simón Bolívar.
Yo estaba infiltrado entre el personal del hotel de la
federación, aguardando la llegada de los jugadores y disfrazado de botones
gracias a mi mamá, que buscó de mil maneras como cumplir uno de mis sueños tan
pronto le informaron que iba a controlar el hospedaje del combinado patrio.
Para mí fue una eternidad esperar a que terminaran de bailar
el Ras tas tas y cogieran el bus rumbo a la sede. Yo desde temprano estaba
listo para cumplir con la tarea que me habían encomendado: con una
lista y un esfero, debía tomar registro de los jugadores que cruzaban la puerta
de la recepción, e indicarles la ubicación de su respectivo cuarto. Incluso, si
era necesario, tenía que cargarles las maletas y acompañarlos hasta la puerta.
Cosa que rogaba me fuera pedida, ya que en ese recorrido de dos minutos la idea
era conseguir la foto, el autógrafo y uno que otro regalito.
Entre los que fueron ofrecidos por el servicio, solamente
Ospina y Armero dijeron que no, mientras que Yepes, Cuadrado, Zuñiga, Sanchez,
Valdez, Ibarbo y James aceptaron que los guiara o que les tocara la puerta para
entregarles el equipaje. Con todos conseguí la foto o la firma, pero únicamente
con uno charlé sobre su participación en la copa del mundo. Ese fue el
cucuteño.
No fueron muchas las palabras intercambiadas. Apenas lo vi
lo primero que le dije fue “aquí están sus maletas señor James”. Luego lo
felicité diciendo “que gran mundial hicieron. Lástima ese partido con Brasil”,
me dijo “sí, que lastima porque lo habíamos entregado todo de nosotros”.
Finalmente, estaba inquieto por preguntarle que se sentía ser el goleador del
certamen, aunque aún quedaran algunos partidos por disputarse. Cuando lo hice,
me respondió “es un lujo, porque te sientes importante para el equipo”.
No logré sacarle un ‘recuerdito’ del momento. Hubiera sido
genial tener así sea las medias que usó cuando le marcó el golazo a Uruguay,
pero estaba apurado y fue rapidito que me despachó. Carlos Valdez fue el único
que me obsequió una tula. Sin embargo, conseguí capturar el instante y aquí se
los comparto:
Ahora que recuerdo lo afortunado que fui aquella vez, cambió
de tema y hago énfasis en lo que me manifestó el pichichi de Brasil 2014, y
regreso al presente para cuestionarme si debe o no continuar en el Real Madrid.
“Es un lujo, porque te sientes importante para el equipo”.
En el día de hoy, que sentida se escucharía esa frase, sobre todo si le
preguntaran algo como qué tan importante es ser titular en la selección.
Imagino la algarabía que haría la prensa madrileña. Imagino también la cara de
Florentino y el mismo despreocupe de Zidane, al que todo le importa un bledo.
Tambien echo memoria, y revivo lo que exclamó James cuando
llegó a la casa blanca: “es un placer para mí estar acá”, y la imagen de él
levantando la casaca merengue con el número 10, sonriendo como si estuviera
pensando “no puedo creer que use el mismo dorsal que tuvo Figo, Robinho y Özil”.
Quizás eso fue lo que pasó: entendió la relevancia de llevar
en su espalda la 10, y sin haber anotado el primer gol, se sintió importante
para el equipo. Por eso para él era un ‘placer’ estar ahí, porque suponía que
iba a brillar. Además de que se trata del mejor equipo del mundo. Es decir,
tenía doble satisfacción. Por eso no uso el término lujo, sino placer.
No obstante, siendo ahora un suplente de la suplencia y un
vil enemigo del técnico, ¿cómo se sentirá?, ¿solo con el lujo de seguir jugando
para el campeón de Europa?, si lo metieran siquiera 15 minutos seguramente sí.
¿Pero si no juega casi nunca? ¿Es válido hablar de su importancia en el
plantel, cuando pareciera que ni siquiera hace parte del club? Yo creo que no,
y que sea el Real Madrid pasa a estar en un segundo plano, ante la inactividad
del colombiano.
Por eso pienso que es tiempo de pedirle a ‘Fioro’ que le
vaya preparando su liquidación. Su salida del Madrid tiene que ser ya y ni las
gracias hay que dar en la despedida. A James no lo mandaron al banco, le
quitaron la oportunidad de estar. Pareciera que está ahí, pero para el DT ese
espacio lo ocupan otros. Tremenda humillación.
Ahí no hay la más mínima chance de vivir el lujo del mundial James, vete ya de ese equipo.
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