Por:
CONDORITO
Foto: Televisa Deportes |
Adoro el fútbol. Los que me
conocen saben que vivo pendiente de él, de lo que pasa con mi equipo, y que
creo firmemente en que no hay mayor orgullo para los colombianos que cuando a
los futbolistas les va bien internacionalmente. Sin embargo, en los últimos años sí que se ha vuelto una recocha. Debería tratar de parecerse un poco al ciclismo.
Ahora que me estoy
despertando todos los días a las siete de la mañana en punto para ver el Giro,
he caído en cuenta de lo fantástico que sería el juego del balón si sus actores
principales y secundarios actuaran con un cuarto del profesionalismo que tienen
los pedalistas. Aunque no deje de ser un espectáculo un deporte que genera
violencia; que está lleno de engaños desde las dirigencias hasta los propios
protagonistas; que paga millonadas de dólares a personas que aportan cero y
nada a la protección y evolución del mundo; y que tiene acción una vez por
semana –disque porque los jugadores no son ‘maquinas’-, sí sería mucho más
atractivo si reparara todos estos ítems.
El ciclismo se ha vuelto una
locura para este país, no solo por lo bien que ha sabido llevar los puntos
negativos que dañaron al balompié, sino porque además apareció una generación
prodigiosa de ‘escarabajos’, y ahora de sprinters, que ilusiona con dejar el
nombre de Colombia más alto de lo que hasta ahora lo han hecho los jugadores de
fútbol. Aunque qué ironía: ni así, siendo una potencia mundial no solo con
Nairo, Gaviria y compañía, sino también con Mariana en otra modalidad, podemos
preferir otra disciplina diferente al soccer, o que por lo menos nos
enorgullezca de la misma manera.
Por esto considero que
debería mejorarse: tratar de imitar un poco la pasión con la que pedalean los
velocipedistas, para que valga la pena tener en la cima a ídolos de verdad, y
no a lagartos que ignoran tres palabras claves a la hora de ejercer su
profesión: honestidad, seriedad y humildad.
Que terrible es tener que
permanecer atento a unas competiciones y enfrentamientos de equipos que están
untadas de mermelada por todos lados. Y digo “tener que” porque
desafortunadamente ver a 22 jugadores pateando un balón, sigue siendo uno de
los mayores placeres que da la vida, aunque sepamos que muchas veces nos roban
la plata, o que el resultado del partido o torneo ya está escrito y ‘firmado’
desde hace tiempo.
En el ciclismo es fabuloso
ver que aquel que tildaban de “drogado” por mostrar una resistencia mayor a sus
contrincantes, mañana, no dentro de siete o diez días, le pueden dar churrias y
perder más de dos minutos, o sencillamente agotarse y ceder la camiseta de
líder a falta de dos etapas de acabar la carrera. En Colombia lo que pasa es
que no nos gusta este tipo de sorpresas, ya que estamos acostumbrados a que en
el fútbol hay quienes predicen nuestro destino. Imagínense que pasaría si Zidane
fuera el jefe del Movistar, Nairo quizás no sería el líder, sino más bien un gregario o un desaparecido que no lo postulan nunca para competir en una gran vuelta.
Por otra parte, sí que se ha
vuelto una mamera aguantar la delicadeza con la que han disfrazado a los
futbolistas. En una gran competencia, llámese Giro, Tour o Vuelta, los
ciclistas pedalean 21 días seguidos por más de tres, cuatro, cinco y hasta seis
horas, sufriendo caídas, dolores estomacales, calambres y agotamiento intenso
en las piernas, y aun así cruzan siempre
la meta durante las tres semanas. Sin embargo, los clubes de fútbol sacan
comunicados y reportes médicos que dicen “dos semanas ausente para Fulanito por 'cansancio físico'”. Enserio se ha vuelto patético. Y a los equipos también
les toca rotar la plantilla cuando hay partido entre semana, ya que ‘ellos no
aguantan tanto desgaste’.
Ah, y ni hablar del arquetipo
del futbolista: la mayoría parecen cantantes de reggaetón, miran por debajo del
hombro a su rival inferior y cobran hasta 420 mil euros semanales por ejercer
una actividad que ni aporta, ni ayuda a la sociedad o al planeta. Es decir,
creo que ni los mejores médicos, científicos, astrónomos o filósofos ganan el
20 % de lo que les llega a la cuenta a estos trabajadores del deporte. ¿Enserio
ofrecen 200 millones de euros por un jugador? Antes eso era una oferta muy
generosa que se le hacía a un club por todas sus acciones. En las carreras de
bici no existe punto de comparación. Basta decir que si Nairo gana el giro el
domingo, únicamente le consignaran 130 mil euros, el 13 % de lo que recibe
Cristiano por trabajar cuatro veces durante 30 días. No es que sea poco
el salario de los ciclistas, más bien el de los futbolistas es excesivamente exagerado.
Finalmente, que feliz sería
si se acabaran estos payasitos de circo que se creen actores de largometrajes
ficticios, y se la pasan tratando de engañar al árbitro y al aficionado. Los
Neymar, los CR7, los Luis Suarez, todos son lo peor que le pudo pasar al fútbol
en términos de honestidad. En la vuelta a Italia vimos que existía una regla
similar al Fair Play, que le impide a los pedalistas hacer cosas como estas. Una
regla en la moralidad: si alguien se cae, los demás lo esperamos; si alguien le
da la pálida, los que están sin compromiso lo arrastran hasta la cima. Lo ideal
sería que los entes dirigenciales conmovieran el espíritu de buen perdedor y
buen ganador en el soccer, pero sabemos que la mala maniobra proviene más de
ahí que de cualquier otro lado.
El fútbol para mí nunca
soltará la corona, pero tiene un repertorio de cosas por corregir y aprender
del ciclismo, que es con méritos el deporte nacional de
Colombia.
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