Por todo ese dolor y por todo el pecado que has causado,
me ingeniaré un plan. Voy a reunir a un equipo, a un grupo de guerreros y víctimas
que quieran verte sufrir; que estén sedientos de venganza; que sin temor a tu
fuerza estén dispuestos a dar la vida para cumplir un único objetivo: tu padecimiento. Los juntaré a todos y cuando aparezca la oportunidad atacaremos,
romperemos tu defensa, y al oído gritaremos la palabra victoria-.
Cudozán se puede definir de
muchas formas: un persistente, un luchador, un enemigo de la muerte y novio de
la vida, un “ingeniero de locuras”, que era como le decía su padre antes de que
lo mataran en un intento de buscar comida para la familia. El entonces pequeño vengador lo vio desabrido, con las tripas afuera y un gran charco de agua roja
rodeando el pedazo de suelo que ocupaba su cuerpo. Su madre se aterró al ver
que el menor de sus pequeños había visto semejante escena del crimen. Le había
repetido varias veces que no siguiera a su padre cuando iba a buscar alimento,
pero el afecto y la rebeldía hicieron que el niño de la casa desobedeciera a su
progenitora y viviera uno de los episodios más dolorosos de toda su historia.
Un poco menos sangriento
pero igual de lamentable fue el momento en el que vio morir a su “vieja”. El
“gigante asesino” (tal como le dicen los de su raza), que ya había dejado sin
vida a muchos amigos y parientes lejanos y cercanos, encontró el refugio donde
se ocultaban todas las noches los ‘indefensos’, mientras los ‘valientes’ se ocupaban de dejar sin hambre a todos en la familia.
Una madre que intentó luchar y distraer al enemigo, para que sus hijos
escaparan sanos y salvos, terminó recibiendo un duro golpe que la mató al
instante y la hizo caer a cinco metros de distancia de donde se ocultaba
Cudozán, envuelto en lágrimas ante semejante hecho aterrador.
Pero solamente un episodio
hizo que este guerrero decidiera declararle la guerra a una raza muy superiora
a la suya. Se trata de la trágica muerte de Dorita, su esposa. No ha pasado una
semana desde que en una noche nublosa ella y Cudozán se paseaban por terreno de
alto riesgo y un fuertísimo olor que rondó por sus narices hiciera que la mujer
del vengador cayera desmayada en frente de uno de los poderosos enemigos. Cudozán,
al igual que ella aturdido por el veneno, trató de sacarla del peligroso suelo
que la sostenía, pero le fue imposible ante el inhumano ataque del gigante,
quien la terminó de matar desprendiéndole brazos y piernas. A Cudozán no le
quedó de otra que salir huyendo del lugar, aunque juró que volvería para
regresar todo el dolor que le ha causado la muerte de sus allegados. No
obstante, primero reuniría a un equipo, a unos vengadores igual de valientes
que lo ayudaran a cumplir lo que sin duda sería una misión suicida.
Sujetos como él hay por
todos lados. En la noche, que es el horario que acostumbran para salir a
alimentarse, es cuando más de ellos aparecen para conformar los clanes que
inician con una familia pequeña. Es común que más de un desconocido llegue a
atacar a la misma presa. Entre ellos no se ponen problema ya que una sola
víctima alcanza para alimentar a más de mil. Después de la caza todos
permanecen juntos, debido a que tienen que escapar de la propia fuente de
comida, que infortunadamente, se trata de los mismos gigantes asesinos.
Sin embargo, Cudozán
acudiría a otro sitio para armar su equipo. Ellos le dicen “La Llama
Congelada”. Se trata de un cubo de metal que despliega luz por uno de sus lados
y reúne a más de 200 especies iguales a la de Cudozán cada vez que el sol se
oculta. Son personajes sin familia ni hogar, abundan por la calle esperando
encontrar un gigante asesino con la guardia baja para poder comer de él, y cada
noche se juntan cientos en la plataforma de iluminación que les da calor.
En un anochecer como
cualquiera, Cudozán les contó del plan:
-Quiero vengarme. Quiero que esos gigantes paguen por todo
el mal que han hecho. Yo sé que matarlos es una tarea casi imposible, pero
podemos hacer que sufran, incluso lo suficiente para que nos guarden en sus
pesadillas. Con la colaboración de todos ustedes, que sé que se mueren por ver
enloquecer al peor de nuestros enemigos, vamos a hacer que esos malnacidos
experimenten el peor tormento de sus vidas-.
Con el apoyo de casi 80
dispuestos, el líder Cudozán empezó a tramitar el Plan Venganza. Necesitaría
estar seguro de que la noche del ataque estaría libre de riesgos, por lo que primero debía ingeniar una forma de que el veneno que instalan los malhechores no
tirara por la borda toda la ejecución del plan. El aroma puede durar de ocho a
diez horas perfectamente, así que esperar a que acabase el efecto no sería una
opción. Tendría que asegurarse de que esa noche el aire iba a estar
tranquilamente respirable. Para esa labor, formaría un escuadrón de diez
guerreros y les encomendaría la misión Vigilancia: espiar a los cuatro asesinos
que conviven con él y ver que no consigan el artefacto que expulsa el detestado
tóxico.
Normalmente, los gigantes
compran el veneno para evitar que la raza inferior se alimente de ellos
mientras duermen. Así que el escuadrón # 1 debía permanecer día y noche en una
llama congelada que está próxima a la tienda, y vigilar que ninguna de las
víctimas se asomara a adquirir el perfume mortal. Si notaban que en un día
completo no había señales de ellos, esa noche era el momento adecuado para
atacar.
Ahí entraría en acción el
escuadrón # 2, que después de recibir el aval de los vigilantes para proceder
con el ataque, se encargaría de habilitar una entrada en el hogar de los
asesinos para los demás escuadrones. En este tendría participación Cudozán y
los miembros de su comarca, pues han
habitado ese lugar por días y conocen perfectamente cuáles son los ‘agujeritos’
que quedan destapados en la madrugada.
Sin embargo, el principal
vengador también haría parte de otro equipo, el escuadrón # 5, que sería el que
llevaría a cabo la misión Garrote, es decir, la del golpe final. Los
escuadrones 3 y 4 estarían encargados de hacer que eso fuera posible. Cada uno
tendría una misión de ‘cobije’ hacia el último grupo; distraerían al enemigo
cuando este inicie su embestida, y ocultarían a Cudozán y compañía en zonas
claves para el contraataque.
Todos los guerreros eran
conscientes de que podían morir en cualquier instante. El escuadrón # 3 por ser
el distractor, sacrificaba su vida con tal de salvar la del cinco, en donde
estaban los que darían la estocada definitiva. Para ese grupo, se postularon
los ancianos y el combo ‘mayor’, pues era un trabajo que aunque daría frutos
corría un riesgo alto de dejar la existencia. Los veteranos del plan quisieron
proteger la vida de los jóvenes, ejerciendo la labor más difícil.
De esta manera había
compromiso para sacar el Plan Venganza adelante por parte de todos en el
equipo. Durante los preparativos, Cudozán había logrado transmitirle el odio a
sus compañeros, y la sed de venganza se había incrementado en un ciento por
ciento. No importaba si algunos no sabían lo que era perder a un familiar, las
historias de Cudozán habían movido el corazón de cada uno de ellos, y tal cual
lo dice su tradición respecto a la unión entre clanes, “si mi compañero quiere
volar por peligrosos cielos, nuestras alas no se quedaran esperándolo”. El
nuevo Clan Venganza, de la mano de Cudozán, había decidido no faltar a la
regla.
Pasaron tres días mientras
se esperaba la información positiva del escuadrón uno, una eternidad para los
portadores de raza guerrera. El escuadrón 2, que era la comarca de Cudozán,
esperaba a portas del hogar de los asesinos gigantes, mientras que el resto de
integrantes permanecía en la Llama Congelada listo para partir en cualquier
momento a ejecutar el plan.
Su primera víctima sería el
“putrefacto malnacido” que torturó a la familia del líder del clan. El odio
hacia él personalmente rompía los límites. Si no morían en el intento,
continuarían con los restantes tres asesinos, pero por ahora el único objetivo
era poner a agonizar al más detestado de los malhechores.
El jueves de esa semana, el
grupo # 2 recibió un integrante del primer escuadrón a las once y treinta de la
noche.
-¡Llegó el día! Hoy es cuando hay que atacar a esos
desgraciados- Les dijo.
-¿No se pasaron en ningún momento?- Preguntó Cudozán.
-Sí, uno, pero jamás adquirió el veneno. Lo que sí hizo
el muy maldito fue matar a dos de nuestros compañeros, que se habían acercado
para rectificar que no se echaría a perder otro día de ejecución.
-¡Hijo de puta!, todos lo son. Vamos a vengar a nuestros
amigos y a mi familia esta noche. Vamos a llamar a los restantes tres
escuadrones.
Por un vidrio roto, de seis
que componen una ventana que da contra el baño principal, ingresaron dos horas
después los vengadores faltantes. El elevado resentimiento hacía que no
existiera el más mínimo sentimiento de compasión y que por el contrario, todos
estuvieran atentos a no faltar en su tarea. A la una de la mañana, Cudozán y
compañía condujeron a los escuadrones 3, 4, y 5 al conducto de filtración y
posteriormente al cuarto donde dormía el asesino. En el trayecto, el líder del
clan les comentaría cuales podrían ser los escondites para los escuadrones 4 y
5, mientras el 3 ejercía su labor de distracción.
-En aquella habitación permanecen los armarios abiertos, estos son buena
opción debido a que abunda la oscuridad. Así mismo, estar cerca al techo es una
gran idea ya que es sencillo camuflarse ahí. Sin embargo, el lugar más seguro,
en donde jamás busca el estúpido gigante, es debajo de la cama-.
Por un rectángulo que está por
encima de la puerta, los tres escuadrones ingresaron al dormitorio del odiado
enemigo y se ubicaron en sus respectivas posiciones. Escuadrones 3 y 4 fueron a
los escondites, y el 5 se plantó a pocos metros del villano que duerme, para
proceder con el primer ataque.
Inmediatamente, integrantes
del grupo # 5 se dirigieron a la cabeza del enemigo, mientras que otros
buscaban partes del cuerpo descubiertas por la pesada manta que lo cubría. Unos
hallaron parte del antebrazo bocarriba y otros una pierna completa que incluso sobresalía
de la cama.
Más de diez soldados
acataron la indicación de líder y comenzaron a alimentarse del líquido rojo que
contenía la piel del gigante, quien era levemente perforado por las agujas
chupasangre que Dios le había puesto en su trompa a esta raza guerrera.
En veinte minutos, el cuero
de la víctima ya mostraba reacción a las inyecciones y por momentos el villano
pasaba sus manos inconscientemente para rascarse y evitar la comezón.
-¡Está funcionando! ¡Está comenzando a tener pesadillas! En cualquier
momento despertará, hay que estar preparados…-.
Cudozán permanecía pendiente
de lo que hacían sus compañeros, pero su posición era cerca de la cabeza.
Estaba ejecutando la labor de desespero, la que desataría la furia del gigante
y lo obligaría a despertar y exterminar
a sus verdugos pequeños de una manera sumamente dolorosa. Aquella actividad
consistía en agitar las alas cerca al oído y mediante el sonido que provocaban
alterar fastidiosamente el sentido más sensible.
Se pasaban de a tres y
recorrían casi que el entorno del tímpano con tal de sacarlo de quicio, y
empezar el acto agonizante. En una de esas peligrosas acciones, un palmadón no
previsto por nadie acabó instantáneamente con la vida de un guerrero. El
gigante asesino se había despertado, y estaba decidido a eliminarlos a todos,
uno por uno.
Cudozán dio rápidamente
señal de alerta a los demás escuadrones, y en lo que se demoró el villano en
pararse y encender la luz, ya el intercambio se había realizado: habían salido
los ancianos del escuadrón tres, y los combatientes con ayuda del grupo cuatro
habían conseguido integrar los escondites.
Se sabía que podía ser el
primer episodio lamentable de la noche. Había que dar la impresión de que solo
eran pocos los sujetos que estaban fastidiando el sueño del gigante, para que
éste dejara de buscar y volviera pronto al martirio de la cama. Sin embargo, de
cinco que salieron a distraer, seis resultaron asesinados, pues el malhechor
descubrió a un atacante tratando de esconderse en el closet y por supuesto no
tuvo compasión.
-¡Maldito, me las pagaras!- Se decía Cudozán, quién tenía una
perfecta panorámica de todo lo que sucedía estando en el techo.
A la 1:55 el ahora
victimario apagó la luz, creyendo que había acabado con todas sus amenazas, y
volvió a la cama. No tardó más de diez minutos en pegar los párpados, sin
embargo, a los pocos segundos de haberlo hecho, su oído nuevamente empezó a indicarle
que no sería una buena noche.
Comenzó a golpearse para
tratar de aniquilar al individuo que lo exasperaba, pero en realidad habían más
de diez, rondando por su cabeza y atentos a cualquier ofensiva que él pudiera
lanzar.
La tropa tomó eso como una
indicación para proceder a picar las partes más sensibles. Unos atacaron los
dedos del pie izquierdo, otros la palma de la mano derecha, y los que estaban
junto a la cabeza hicieron lo propio en el costado posterior de la oreja.
El asesino escuchó muy bien,
aunque sin entender, cuando Cudozán le susurró al oído: “esto es por Dorita y
mis padres maldito”, mientras succionaba su sangre del cartílago.
Inmediatamente se volvió a levantar rápido, encendió la luz y agarró una
almohada con la intención de asesinar al sujeto que lo alteró de tal forma. A
Cudozán no le había alcanzado el tiempo para escapar y fue golpeado por el
cojinazo del gigante. Con suerte pudo
resistirlo, pero su rival fue consciente de eso y nuevamente lo trató de
embestir. En esas, otros cinco miembros del escuadrón # 3 salieron a desviar la
atención del enemigo, y le dieron a Cudozán el tiempo que necesitaba para salir
huyendo. Los cinco viejos murieron.
-Tranquilo, sabíamos que esto pasaría. De igual forma,
la pesadilla que está viviendo el gigante recompensa todos los sacrificios- Argumentó
alguien a Cudozán.
-Hay que ser más certeros en la próxima.
El villano había salido del
dormitorio para lavar sus partes irritadas, mientras el Plan Venganza preparaba
otro ataque. La colcha de la cama había quedado descubierta, así que la nueva
misión era ocultarse dentro de las cobijas para lograr tener contacto con todo
el cuerpo del enemigo.
-El riesgo de morir es mucho más alto, pero estoy seguro
que la consecuencia será muy alentadora. Después de esto, el humano no podrá
consolidar su sueño durante un día completo.
-Entonces salgamos todos Cudozán. Todos los escuadrones,
a excepción del 1, entregando la vida por cumplir el objetivo del Plan
Venganza. No es lo que pretendíamos, pero si de verdad queremos hacer sufrir al
gigante, hay que lanzarnos con todo lo que tenemos, sin importar el sacrificio
que eso nos cueste. Estoy seguro que todos aquí queremos vengarnos, así sea con
una inyección.
-¿Pero y si no quedamos los suficientes para vengarnos de
otros asesinos?
-Qué importa, al igual nuestra corta vida en algún
momento nos lo impedirá. Lo importante acá, ese vengarse del malnacido que mató
a tu familia.
Cudozán reflexionó unos
segundos la idea del comandante del escuadrón cuatro. Tan pronto escuchó la
presencia del gigante asesino, aceptó y dio la orden con un sentido mensaje de
agradecimiento.
Con un grito de aliento,
ancianos, jóvenes, integrantes de cualquier escuadrón, se posaron en un lugar
oculto cerca al colchón, y aguardaron a ver la luz nuevamente apagada para
salir y chuzar al enemigo las veces que fuera posible.
Más de 50 guerreros estaban
dispuestos a darlo todo de ellos. Algunos se metieron entre las mantas, otros
junto a la almohada, y otros debajo de la cama para salir disparados a picar
cualquier piel descubierta que hubiera cuando la oscuridad rondara en la
habitación.
El humano llegó y tan pronto
oprimió el interruptor de luz, varios vengadores volaron poseídos por el odio y
la desesperación, y lo atacaron con la guardia arriba. Muchos consiguieron
chuzarlo, pero la mayoría terminaron tirados en el suelo.
El gigante en lugar de
volver a encender el foco, corrió rápido hacia la cama y se tapó de pies a
cabeza con las cobijas que protegían sus extremidades. El grupo que se ocultaba
dentro, comenzó a picar cada piel sana que encontraba en su peludo arquetipo y
a agitar sus alas fuertemente para provocar el ruido que exasperaba su
paciencia. Las malas palabras comenzaron a salir de la boca del gigante, que no
entendía de donde salían tantos zancudos.
Cuando destapó el rostro
para inhalar un poco de aire, los guerreros de afuera con la aguja lista
penetraron nariz, pómulos, frente y hasta labios. Enfurecido, el asesino
entendió que se trataba de una emboscada,
y con una almohada y un zapato emprendió un contraataque apenas volvió a
encender la luz.
Los amigos de Cudozán esta
vez no se ocultaron y salieron los casi 30 que aun vivían, y como un duelo
frente a frente, encararon a su presa, decididos a inyectarlo lo máximo que
fuera posible. Aterrado, el gigante asesino comenzó a exterminarlos, pero a medida
que unos iban cayendo otros atacaban sus zonas desatentas, como los pies, los
dedos, el cuello y las axilas.
Cudozán, que fue testigo de
cómo el hombre lanzaba gritos de dolor, ingresó a su boca y le picó la lengua.
Desesperado, el villano arrojó sus armas y salió con prisa nuevamente al baño,
a las cuatro y cinco minutos de la mañana. Los ingenieros del Plan Venganza
habían ganado la pelea.
Tan solo diez de ellos
quedaron de pie y aptos para gritar victoria, incluido su líder. Las heridas
que causaron eran más que suficiente para dañarle el resto de la noche al
gigante asesino, por lo que, honrando a los fallecidos, todos decidieron
retirarse del sitio.
El derrotado hombre regresó
enloquecido y decidido a terminarlos a todos, pero no hubo rastro de ningún sobreviviente.
Mantuvo la luz prendida el resto de la madrugada, y sus ojos jamás se cerraron
por estar atentos a cualquier otro ataque.
Al gigante lo consumió más
la ira al no poder encontrar a sus verdugos. Sin embargo, en horas de la tarde
de ese mismo día, una sorpresa se posó sobre su pared. Un zancudo sin ninguna
compañía estaba mirándolo fijamente, con una sonrisa enorme, casi perceptible
para el ojo humano. Era Cudozán, que había vuelto para concluir el Plan
Venganza.
Su acabado rival se le puso
al frente, y dio señas de que lo iba a matar, pero nada hizo que Cudozán
cambiara su postura. Al ver que no le temía, el humano pudo saber que él era
partícipe de su sufrimiento, y estaba saldando una cuenta o ejecutando una
venganza. Entendía que el animal que estaba pegado sobre su muro, quería que él
lo reconociera.
Sin dudarlo más, el creador
de todas las desgracias que lastimaron al valiente zancudo, acabó con la vida
de Cudozán; y como logro final, la sangre que manchó gran parte de la pared contenía
un mensaje subliminal. En palabras del vengador, se decodifica: “¡mira tu sangre,
maldito humano!”.
Por: Clasiquero
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