domingo, 27 de agosto de 2017

Plan Venganza


-¡Desgraciado! ¡Putrefacto malnacido! Juro que me vengaré. Te haré pagar por cada amigo que me has arrebatado, y por cada familiar que sin compasión has envenenado y te has llevado con tu horrenda maquina recoge cadáveres. Pero sobre todo, te haré pagar por la dolorosa muerte de mi esposa; ¿Cómo fuiste capaz de quitarle brazos y piernas? Y tras de todo dejas su cuerpo incompleto en frente de mí, de mi casa, para tenerlo que ver todos los días mientras huyo de tus amenazas y me llenó de rencor hacia tu raza.

Por todo ese dolor y por todo el pecado que has causado, me ingeniaré un plan. Voy a reunir a un equipo, a un grupo de guerreros y víctimas que quieran verte sufrir; que estén sedientos de venganza; que sin temor a tu fuerza estén dispuestos a dar la vida para cumplir un único objetivo: tu padecimiento. Los juntaré a todos y cuando aparezca la oportunidad atacaremos, romperemos tu defensa, y al oído gritaremos la palabra victoria-.

Cudozán se puede definir de muchas formas: un persistente, un luchador, un enemigo de la muerte y novio de la vida, un “ingeniero de locuras”, que era como le decía su padre antes de que lo mataran en un intento de buscar comida para la familia. El entonces pequeño vengador lo vio desabrido, con las tripas afuera y un gran charco de agua roja rodeando el pedazo de suelo que ocupaba su cuerpo. Su madre se aterró al ver que el menor de sus pequeños había visto semejante escena del crimen. Le había repetido varias veces que no siguiera a su padre cuando iba a buscar alimento, pero el afecto y la rebeldía hicieron que el niño de la casa desobedeciera a su progenitora y viviera uno de los episodios más dolorosos de toda su historia.

Un poco menos sangriento pero igual de lamentable fue el momento en el que vio morir a su “vieja”. El “gigante asesino” (tal como le dicen los de su raza), que ya había dejado sin vida a muchos amigos y parientes lejanos y cercanos, encontró el refugio donde se ocultaban todas las noches los ‘indefensos’, mientras los ‘valientes’ se ocupaban de dejar sin hambre a todos en la familia. Una madre que intentó luchar y distraer al enemigo, para que sus hijos escaparan sanos y salvos, terminó recibiendo un duro golpe que la mató al instante y la hizo caer a cinco metros de distancia de donde se ocultaba Cudozán, envuelto en lágrimas ante semejante hecho aterrador.

Pero solamente un episodio hizo que este guerrero decidiera declararle la guerra a una raza muy superiora a la suya. Se trata de la trágica muerte de Dorita, su esposa. No ha pasado una semana desde que en una noche nublosa ella y Cudozán se paseaban por terreno de alto riesgo y un fuertísimo olor que rondó por sus narices hiciera que la mujer del vengador cayera desmayada en frente de uno de los poderosos enemigos. Cudozán, al igual que ella aturdido por el veneno, trató de sacarla del peligroso suelo que la sostenía, pero le fue imposible ante el inhumano ataque del gigante, quien la terminó de matar desprendiéndole brazos y piernas. A Cudozán no le quedó de otra que salir huyendo del lugar, aunque juró que volvería para regresar todo el dolor que le ha causado la muerte de sus allegados. No obstante, primero reuniría a un equipo, a unos vengadores igual de valientes que lo ayudaran a cumplir lo que sin duda sería una misión suicida.

Sujetos como él hay por todos lados. En la noche, que es el horario que acostumbran para salir a alimentarse, es cuando más de ellos aparecen para conformar los clanes que inician con una familia pequeña. Es común que más de un desconocido llegue a atacar a la misma presa. Entre ellos no se ponen problema ya que una sola víctima alcanza para alimentar a más de mil. Después de la caza todos permanecen juntos, debido a que tienen que escapar de la propia fuente de comida, que infortunadamente, se trata de los mismos gigantes asesinos. 

Sin embargo, Cudozán acudiría a otro sitio para armar su equipo. Ellos le dicen “La Llama Congelada”. Se trata de un cubo de metal que despliega luz por uno de sus lados y reúne a más de 200 especies iguales a la de Cudozán cada vez que el sol se oculta. Son personajes sin familia ni hogar, abundan por la calle esperando encontrar un gigante asesino con la guardia baja para poder comer de él, y cada noche se juntan cientos en la plataforma de iluminación que les da calor.

En un anochecer como cualquiera, Cudozán les contó del plan:

-Quiero vengarme. Quiero que esos gigantes paguen por todo el mal que han hecho. Yo sé que matarlos es una tarea casi imposible, pero podemos hacer que sufran, incluso lo suficiente para que nos guarden en sus pesadillas. Con la colaboración de todos ustedes, que sé que se mueren por ver enloquecer al peor de nuestros enemigos, vamos a hacer que esos malnacidos experimenten el peor tormento de sus vidas-. 

Con el apoyo de casi 80 dispuestos, el líder Cudozán empezó a tramitar el Plan Venganza. Necesitaría estar seguro de que la noche del ataque estaría libre de riesgos, por lo que primero debía ingeniar una forma de que el veneno que instalan los malhechores no tirara por la borda toda la ejecución del plan. El aroma puede durar de ocho a diez horas perfectamente, así que esperar a que acabase el efecto no sería una opción. Tendría que asegurarse de que esa noche el aire iba a estar tranquilamente respirable. Para esa labor, formaría un escuadrón de diez guerreros y les encomendaría la misión Vigilancia: espiar a los cuatro asesinos que conviven con él y ver que no consigan el artefacto que expulsa el detestado tóxico. 

Normalmente, los gigantes compran el veneno para evitar que la raza inferior se alimente de ellos mientras duermen. Así que el escuadrón # 1 debía permanecer día y noche en una llama congelada que está próxima a la tienda, y vigilar que ninguna de las víctimas se asomara a adquirir el perfume mortal. Si notaban que en un día completo no había señales de ellos, esa noche era el momento adecuado para atacar.

Ahí entraría en acción el escuadrón # 2, que después de recibir el aval de los vigilantes para proceder con el ataque, se encargaría de habilitar una entrada en el hogar de los asesinos para los demás escuadrones. En este tendría participación Cudozán y los miembros de su comarca,  pues han habitado ese lugar por días y conocen perfectamente cuáles son los ‘agujeritos’ que quedan destapados en la madrugada. 

Sin embargo, el principal vengador también haría parte de otro equipo, el escuadrón # 5, que sería el que llevaría a cabo la misión Garrote, es decir, la del golpe final. Los escuadrones 3 y 4 estarían encargados de hacer que eso fuera posible. Cada uno tendría una misión de ‘cobije’ hacia el último grupo; distraerían al enemigo cuando este inicie su embestida, y ocultarían a Cudozán y compañía en zonas claves para el contraataque.

Todos los guerreros eran conscientes de que podían morir en cualquier instante. El escuadrón # 3 por ser el distractor, sacrificaba su vida con tal de salvar la del cinco, en donde estaban los que darían la estocada definitiva. Para ese grupo, se postularon los ancianos y el combo ‘mayor’, pues era un trabajo que aunque daría frutos corría un riesgo alto de dejar la existencia. Los veteranos del plan quisieron proteger la vida de los jóvenes, ejerciendo la labor más difícil.

De esta manera había compromiso para sacar el Plan Venganza adelante por parte de todos en el equipo. Durante los preparativos, Cudozán había logrado transmitirle el odio a sus compañeros, y la sed de venganza se había incrementado en un ciento por ciento. No importaba si algunos no sabían lo que era perder a un familiar, las historias de Cudozán habían movido el corazón de cada uno de ellos, y tal cual lo dice su tradición respecto a la unión entre clanes, “si mi compañero quiere volar por peligrosos cielos, nuestras alas no se quedaran esperándolo”. El nuevo Clan Venganza, de la mano de Cudozán, había decidido no faltar a la regla.

Pasaron tres días mientras se esperaba la información positiva del escuadrón uno, una eternidad para los portadores de raza guerrera. El escuadrón 2, que era la comarca de Cudozán, esperaba a portas del hogar de los asesinos gigantes, mientras que el resto de integrantes permanecía en la Llama Congelada listo para partir en cualquier momento a ejecutar el plan.

Su primera víctima sería el “putrefacto malnacido” que torturó a la familia del líder del clan. El odio hacia él personalmente rompía los límites. Si no morían en el intento, continuarían con los restantes tres asesinos, pero por ahora el único objetivo era poner a agonizar al más detestado de los malhechores.

El jueves de esa semana, el grupo # 2 recibió un integrante del primer escuadrón a las once y treinta de la noche. 

-¡Llegó el día! Hoy es cuando hay que atacar a esos desgraciados- Les dijo.

-¿No se pasaron en ningún momento?- Preguntó Cudozán.

-Sí, uno, pero jamás adquirió el veneno. Lo que sí hizo el muy maldito fue matar a dos de nuestros compañeros, que se habían acercado para rectificar que no se echaría a perder otro día de ejecución.

-¡Hijo de puta!, todos lo son. Vamos a vengar a nuestros amigos y a mi familia esta noche. Vamos a llamar a los restantes tres escuadrones. 

Por un vidrio roto, de seis que componen una ventana que da contra el baño principal, ingresaron dos horas después los vengadores faltantes. El elevado resentimiento hacía que no existiera el más mínimo sentimiento de compasión y que por el contrario, todos estuvieran atentos a no faltar en su tarea. A la una de la mañana, Cudozán y compañía condujeron a los escuadrones 3, 4, y 5 al conducto de filtración y posteriormente al cuarto donde dormía el asesino. En el trayecto, el líder del clan les comentaría cuales podrían ser los escondites para los escuadrones 4 y 5, mientras el 3 ejercía su labor de distracción.

-En aquella habitación permanecen los armarios abiertos, estos son buena opción debido a que abunda la oscuridad. Así mismo, estar cerca al techo es una gran idea ya que es sencillo camuflarse ahí. Sin embargo, el lugar más seguro, en donde jamás busca el estúpido gigante, es debajo de la cama-. 

Por un rectángulo que está por encima de la puerta, los tres escuadrones ingresaron al dormitorio del odiado enemigo y se ubicaron en sus respectivas posiciones. Escuadrones 3 y 4 fueron a los escondites, y el 5 se plantó a pocos metros del villano que duerme, para proceder con el primer ataque.

 -¡Atacaremos ahora!- Gritó Cudozán. 

Inmediatamente, integrantes del grupo # 5 se dirigieron a la cabeza del enemigo, mientras que otros buscaban partes del cuerpo descubiertas por la pesada manta que lo cubría. Unos hallaron parte del antebrazo bocarriba y otros una pierna completa que incluso sobresalía de la cama.

 -Si están en posición de ataque, ¡No lo duden! Sáquenle toda la sangre que puedan a ese bastardo. 

Más de diez soldados acataron la indicación de líder y comenzaron a alimentarse del líquido rojo que contenía la piel del gigante, quien era levemente perforado por las agujas chupasangre que Dios le había puesto en su trompa a esta raza guerrera.

En veinte minutos, el cuero de la víctima ya mostraba reacción a las inyecciones y por momentos el villano pasaba sus manos inconscientemente para rascarse y evitar la comezón.

-¡Está funcionando! ¡Está comenzando a tener pesadillas! En cualquier momento despertará, hay que estar preparados…-.

Cudozán permanecía pendiente de lo que hacían sus compañeros, pero su posición era cerca de la cabeza. Estaba ejecutando la labor de desespero, la que desataría la furia del gigante y  lo obligaría a despertar y exterminar a sus verdugos pequeños de una manera sumamente dolorosa. Aquella actividad consistía en agitar las alas cerca al oído y mediante el sonido que provocaban alterar fastidiosamente el sentido más sensible.

Se pasaban de a tres y recorrían casi que el entorno del tímpano con tal de sacarlo de quicio, y empezar el acto agonizante. En una de esas peligrosas acciones, un palmadón no previsto por nadie acabó instantáneamente con la vida de un guerrero. El gigante asesino se había despertado, y estaba decidido a eliminarlos a todos, uno por uno. 

Cudozán dio rápidamente señal de alerta a los demás escuadrones, y en lo que se demoró el villano en pararse y encender la luz, ya el intercambio se había realizado: habían salido los ancianos del escuadrón tres, y los combatientes con ayuda del grupo cuatro habían conseguido integrar los escondites.

Se sabía que podía ser el primer episodio lamentable de la noche. Había que dar la impresión de que solo eran pocos los sujetos que estaban fastidiando el sueño del gigante, para que éste dejara de buscar y volviera pronto al martirio de la cama. Sin embargo, de cinco que salieron a distraer, seis resultaron asesinados, pues el malhechor descubrió a un atacante tratando de esconderse en el closet y por supuesto no tuvo compasión. 

-¡Maldito, me las pagaras!- Se decía Cudozán, quién tenía una perfecta panorámica de todo lo que sucedía estando en el techo.

A la 1:55 el ahora victimario apagó la luz, creyendo que había acabado con todas sus amenazas, y volvió a la cama. No tardó más de diez minutos en pegar los párpados, sin embargo, a los pocos segundos de haberlo hecho, su oído nuevamente empezó a indicarle que no sería una buena noche. 

Comenzó a golpearse para tratar de aniquilar al individuo que lo exasperaba, pero en realidad habían más de diez, rondando por su cabeza y atentos a cualquier ofensiva que él pudiera lanzar.

 -¡Ahora vamos con todo!- Gritó Cudozán. 

La tropa tomó eso como una indicación para proceder a picar las partes más sensibles. Unos atacaron los dedos del pie izquierdo, otros la palma de la mano derecha, y los que estaban junto a la cabeza hicieron lo propio en el costado posterior de la oreja.

El asesino escuchó muy bien, aunque sin entender, cuando Cudozán le susurró al oído: “esto es por Dorita y mis padres maldito”, mientras succionaba su sangre del cartílago. Inmediatamente se volvió a levantar rápido, encendió la luz y agarró una almohada con la intención de asesinar al sujeto que lo alteró de tal forma. A Cudozán no le había alcanzado el tiempo para escapar y fue golpeado por el cojinazo del gigante.  Con suerte pudo resistirlo, pero su rival fue consciente de eso y nuevamente lo trató de embestir. En esas, otros cinco miembros del escuadrón # 3 salieron a desviar la atención del enemigo, y le dieron a Cudozán el tiempo que necesitaba para salir huyendo. Los cinco viejos murieron.

 -Han muerto más de los que deberían. ¡Maldición! Todo es mi culpa.

-Tranquilo, sabíamos que esto pasaría. De igual forma, la pesadilla que está viviendo el gigante recompensa todos los sacrificios- Argumentó alguien a Cudozán. 

-Hay que ser más certeros en la próxima.

El villano había salido del dormitorio para lavar sus partes irritadas, mientras el Plan Venganza preparaba otro ataque. La colcha de la cama había quedado descubierta, así que la nueva misión era ocultarse dentro de las cobijas para lograr tener contacto con todo el cuerpo del enemigo. 

-El riesgo de morir es mucho más alto, pero estoy seguro que la consecuencia será muy alentadora. Después de esto, el humano no podrá consolidar su sueño durante un día completo.

-Entonces salgamos todos Cudozán. Todos los escuadrones, a excepción del 1, entregando la vida por cumplir el objetivo del Plan Venganza. No es lo que pretendíamos, pero si de verdad queremos hacer sufrir al gigante, hay que lanzarnos con todo lo que tenemos, sin importar el sacrificio que eso nos cueste. Estoy seguro que todos aquí queremos vengarnos, así sea con una inyección.

-¿Pero y si no quedamos los suficientes para vengarnos de otros asesinos?

-Qué importa, al igual nuestra corta vida en algún momento nos lo impedirá. Lo importante acá, ese vengarse del malnacido que mató a tu familia. 

Cudozán reflexionó unos segundos la idea del comandante del escuadrón cuatro. Tan pronto escuchó la presencia del gigante asesino, aceptó y dio la orden con un sentido mensaje de agradecimiento.

 -Amigos, fue un placer haber sacado esto adelante con la ayuda de ustedes. De verdad, estoy muy agradecido y estoy seguro de que mi familia lo estaría. ¡Cada quien tome la posición que quiera! ¡Vamos a atacarlo sin pensar en el futuro!

Con un grito de aliento, ancianos, jóvenes, integrantes de cualquier escuadrón, se posaron en un lugar oculto cerca al colchón, y aguardaron a ver la luz nuevamente apagada para salir y chuzar al enemigo las veces que fuera posible. 

Más de 50 guerreros estaban dispuestos a darlo todo de ellos. Algunos se metieron entre las mantas, otros junto a la almohada, y otros debajo de la cama para salir disparados a picar cualquier piel descubierta que hubiera cuando la oscuridad rondara en la habitación.

El humano llegó y tan pronto oprimió el interruptor de luz, varios vengadores volaron poseídos por el odio y la desesperación, y lo atacaron con la guardia arriba. Muchos consiguieron chuzarlo, pero la mayoría terminaron tirados en el suelo. 

El gigante en lugar de volver a encender el foco, corrió rápido hacia la cama y se tapó de pies a cabeza con las cobijas que protegían sus extremidades. El grupo que se ocultaba dentro, comenzó a picar cada piel sana que encontraba en su peludo arquetipo y a agitar sus alas fuertemente para provocar el ruido que exasperaba su paciencia. Las malas palabras comenzaron a salir de la boca del gigante, que no entendía de donde salían tantos zancudos.

Cuando destapó el rostro para inhalar un poco de aire, los guerreros de afuera con la aguja lista penetraron nariz, pómulos, frente y hasta labios. Enfurecido, el asesino entendió que se trataba de una  emboscada, y con una almohada y un zapato emprendió un contraataque apenas volvió a encender la luz. 

Los amigos de Cudozán esta vez no se ocultaron y salieron los casi 30 que aun vivían, y como un duelo frente a frente, encararon a su presa, decididos a inyectarlo lo máximo que fuera posible. Aterrado, el gigante asesino comenzó a exterminarlos, pero a medida que unos iban cayendo otros atacaban sus zonas desatentas, como los pies, los dedos, el cuello y las axilas.

Cudozán, que fue testigo de cómo el hombre lanzaba gritos de dolor, ingresó a su boca y le picó la lengua. Desesperado, el villano arrojó sus armas y salió con prisa nuevamente al baño, a las cuatro y cinco minutos de la mañana. Los ingenieros del Plan Venganza habían ganado la pelea.

Tan solo diez de ellos quedaron de pie y aptos para gritar victoria, incluido su líder. Las heridas que causaron eran más que suficiente para dañarle el resto de la noche al gigante asesino, por lo que, honrando a los fallecidos, todos decidieron retirarse del sitio.

El derrotado hombre regresó enloquecido y decidido a terminarlos a todos, pero no hubo rastro de ningún sobreviviente. Mantuvo la luz prendida el resto de la madrugada, y sus ojos jamás se cerraron por estar atentos a cualquier otro ataque.

Al gigante lo consumió más la ira al no poder encontrar a sus verdugos. Sin embargo, en horas de la tarde de ese mismo día, una sorpresa se posó sobre su pared. Un zancudo sin ninguna compañía estaba mirándolo fijamente, con una sonrisa enorme, casi perceptible para el ojo humano. Era Cudozán, que había vuelto para concluir el Plan Venganza. 

Su acabado rival se le puso al frente, y dio señas de que lo iba a matar, pero nada hizo que Cudozán cambiara su postura. Al ver que no le temía, el humano pudo saber que él era partícipe de su sufrimiento, y estaba saldando una cuenta o ejecutando una venganza. Entendía que el animal que estaba pegado sobre su muro, quería que él lo reconociera.

Sin dudarlo más, el creador de todas las desgracias que lastimaron al valiente zancudo, acabó con la vida de Cudozán; y como logro final, la sangre que manchó gran parte de la pared contenía un mensaje subliminal. En palabras del vengador, se decodifica: “¡mira tu sangre, maldito humano!”.

Por: Clasiquero


Si te gustó este artículo, no olvides:

Seguirnos en FacebookEl Hocicón Deportivo
Y en Twitter@Poveda0916 

También nos puedes escribir al correo ;) : 

santiagopoveda.smart@gmail.com